Quiero dejar de comer carne, pero no tengo apoyo es una de las consultas que más se repite en mis asesorías. Es decir, la persona ha decidido que va a dar este paso, pero su estructura familiar o sus propios miedos le impiden avanzar. Dependiendo de la edad, el padre o la madre, la pareja y los hijos se posicionan como obstáculos en el proceso. Obstáculos que no siempre son activos, como en el caso de la existencia de menores, aquí existe la barrera pasiva de la preocupación por su desarrollo y su salud.
En mi caso al ser vegana desde 2007, me he enfrentado a todo tipo de obstáculos pasivos y activos. Padre, madre, pareja, hijos… y también a un embarazo vegano. ¿Sabes lo que siempre quita la incertidumbre? Rodearse de profesionales que saben lo que hacen, que tienen formación y experiencia y que han pasado por lo que tú. Es decir en los que te puedes apoyar tanto en base a la experiencia previa como al sistema de valores.
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El cambio va más allá de la comida: Quiero dejar de comer carne
Dejar la carne no es solo una cuestión nutricional. Es un cambio profundo que va más allá de lo que ponemos en nuestro plato. Es una decisión que toca nuestra identidad, nuestras creencias y, sobre todo, nuestra relación con el entorno. No es raro que la transición genere incertidumbre o incluso rechazo, tanto en quienes te rodean como en ti mismo/a.
Es habitual que tu pareja pueda ver este cambio como una amenaza a lo que estaba establecido, o puede sentirse incómoda con la idea de que toda la familia adopte un nuevo estilo de vida. Y si hay niños,, dependiendo de la edad, puede haber resistencia a dejar de disfrutar de comidas que les gustaban.
Es importante reconocer los conflictos como parte del proceso y saber que existen formas de superarlos desde la asertividad. Ten en cuenta que el conflicto se produce porque rompes con unas creencias arraigadas desde tu nacimiento. Sin embargo, si has llegado a este punto, ya sabes que esas creencias ya no te representan.
¿Cómo hacer una transición respetuosa en todos los sentidos?

Aquí es donde entra en juego la ayuda externa, si bien existen personas que pueden enfrentarse a este desafío de forma autónoma, la mayoría necesitamos en mayor o menor medida el apoyo de terceros.
En campo de la nutrición
En el ámbito de cambios de alimentación, hay que tener claras las bases de una nutrición vegetal equilibrada, saber qué recetas se adaptan más a tu estilo de vida, a la vez que son variadas, ricas y atractivas, descubrir qué tipo de transición es la que quieres hacer, a la que te puedes comprometer para que sea satisfactoria. Y si entran en juego situaciones especiales, como la alimentación infantil, nada mejor que la ayuda de un profesional para ayudarte a incorporar los alimentos vegetales que necesitan.
En el campo de la experiencia vital
Es tremendamente distinta la experiencia que se tiene con un profesional, que se basa exclusivamente en unos conocimientos teóricos, en relación con un profesional, que tiene los conocimientos y cuenta con su experiencia personal como gran activo. En la teoría, las cosas se ven de una manera, pero cuando se ponen en práctica y entran en juego factores externos a la propia persona, todo cambia. Alguien que ha vivido lo que tú, te dará confianza ya solo con su presencia. En mi caso, ayudo a gestionar el proceso sin sentimiento de culpabilidad o inseguridad desde el respeto y la empatía. Además afronto el conflicto con ese mismo respeto y desde la escucha activa, con una marcada asertividad.
Este cambio puede ser explosivo a nivel personal. Se puede sentir que hay que hacer mucho y rápido, que hay que ejercer de predicadores… Es lógico. De pronto, surge una ansiedad, una necesidad de conseguir cambios a tu alrededor. Mi consejo es que frenes y recalcules. Igual no lo ves, desde dentro es difícil. Muestra desde la inclusión y la positividad. Confía en el porqué de tu decisión, si estás leyendo sabes que tus razones son firmes.
¿Qué pasa si retrasas tu decisión por el “qué dirán”?
Vas a entrar en un conflicto grave con la persona a la que más tienes que cuidar: tú mismo/a.
- Te sientes en contradicción contigo
Sabes que no quieres seguir comiendo carne, pero lo haces por no incomodar.
Ejemplo: Vas a una comida familiar y comes jamón “por armar un lío”, aunque te hace sentirte fatal. - Te frustras o te agobias cada vez más.
Cuanto más lo retrasas, más vueltas le das al tema y peor te sientes.
Ejemplo: Ves un documental o lees algo que te remueve por dentro, pero luego te ves cenando pollo “por costumbre” y te genera culpa. - Pierdes motivación
Al no empezar, el entusiasmo se va apagando.
Ejemplo: Tenías recetas guardadas y algún libro comprado, pero pasan semanas y no lo lees ni haces esas recetas. - Dependes del “permiso” de los demás
Si esperas a que tu entorno lo apruebe, igual no empiezas nunca.
Ejemplo: Tu pareja te dice que es “una tontería”, que ya se te pasará. Eso te hace dudar de ti, aunque sabes lo que quieres. - No aprendes lo necesario
Hasta que no lo pruebas, no sabes qué necesitas tener en cuenta y cómo organizarte en tu día a día.
Ejemplo: Piensas que vas a comer fatal sin carne, pero nunca te has parado a planificar un menú vegetal equilibrado. - Puede haber más conflicto en el futuro
El tema está latente y puede estallar más adelante con más tensión.
Ejemplo: Un día explotas y decides dejar la carne de golpe, y eso genera un choque más fuerte con tu pareja o familia que si se lo hubiera ido transmitiendo poco a poco. - Tienes miedo a cualquier conflicto
Si evitas hablar de esto, pregúntate si estás evitando otros conflictos.
Ejemplo: No solo no hablas de dejar la carne, tampoco hablas de lo que te molesta en casa o en el trabajo. - Te desconectas de ti mismo/a
Sientes que estás actuando como otra persona.
Ejemplo: Te oyes decir “me encanta el jamón” solo para encajar, cuando en realidad ya no quieres ni verlo. - Sientes que te estás frenando
Como si tu vida estuviera en pausa sin fecha de inicio.
Ejemplo: Estás todo el día pensando en este tema, pero no haces nada y eso te frustra más y más.

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